jueves, 8 de junio de 2006

La requeteprofecía

Bien. Por aquello de que me gusta el cine de terror, el pasado martes (sí, ya sé, por favor, ahórrenme la cantinela satánico-numérica) fui a ver el remake de "La Profecía". Sí, Hollywood sigue empeñado en convertirse en el paradigma del Top-Manta: copio, copio, copio, copio y gano dinero.

La película original, dirigida en 1976 por Richard Donner y protagonizada por Gregory Peck y Lee Remick, como los padres adoptivos del angelito caído, y Harvey Stephens, como el huérfano hijo de...Una película que se ve con gusto (pese al mal rollito que desprende y a la desazón que se le queda a uno con los títulos de crédito finales con ese coro tan acongojante cantando a pleno pulmón) y que tuvo la suficiente calidad como para gustar a la taquilla (lo que permitió varias secuelas) y a la crítica (que la llevó a estar nominada a los Óscar). ¿Hacía falta un remake? No ¿Entonces? Bueno, Satanás, Jezabel, Belcebú, Legión son excelentes agentes de marketing para Hollywood y, ante la ausencia de talento, buena es la abundancia de dinero.

La película que nos ocupa (que debería llamarse "La requeteprofecía"), está dirigida por el correcto John Moore, que tiene el mérito de copiar secuencia a secuencia, plano a plano la película de 1976. En cuanto a los actores, Liev Schreiber y Julia Stiles son los encargados de dar vida a los nuevos sufridores del "Un, dos, tres...Adivine quién es su hijo" y el pequeño Seamus Davey-Fitzpatrick es la nueva encarnación del hijoputismo ultraterreno. Lo más meritorio de la película: los secundarios (Davis Thewlis, Pete Postlethwaite y Mia Farrow, quien, por cierto, da miedo, porque no se sabe si es que está así de espantosa o es cuestión de la caracterización) y la actualización de las señales de que el AntiCristo ha nacido (Cohetes espaciales que se desintegran cual confeti, rascacielos que caen, tsunamis que entran sin llamar a la puerta...). Lo peor de la película: Por un lado, ser conscientes a los pocos minutos de metraje que el infante Seamus tiene los mismos recursos interpretativos que Steven Seagal y que su cara sólo tiene dos expresiones "Ahora parezco de cera-Ahora estoy enfadado" y, por otro lado, que el director se permita escenas de cierta ingenuidad como la de poner a un Papa que, en sus últimos estertores, tiene consigo una copa de vino en la cama (que viéndolo uno no sabe si lo que le sienta mal es el vino o el chaval con el 666 a la espalda). La puyita: Que quede más o menos claro que el retoño del demonio vaya para...¡Presidente de los EE.UU.! Seguro que Bin Laden al ver la película exclama: "¡Os lo dije!" La duda: ¿Qué cara pondrán sus compañeros de colegio a Seamus Davey-Fitzpatrick? ¿Compartirán con él el bocadillo o la plastilina? ¿Cuánta gente irá a sus fiestas de cumpleaños? ¿Se subirá alguien en el mismo ascensor que Seamus? ¿Ahora entiende alguien por qué Woody Allen lo dejó con Mia Farrow?

En fin, 6 euros para ver el martes 6 del 6 del 2006 una película sobre un chaval con predilección por el 666. Para que luego digan que el cine convencional no da morbo.

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