miércoles, 14 de marzo de 2007

Mi colegio

Leo en "El Mundo" que el colegio donde estuve desde renacuajo hasta mayor de edad está entre los 20 mejores centros de España, siendo el cuarto mejor de Madrid (por segundo año consecutivo). Me refiero al Colegio Agustiniano y, aprovechando esta agradable noticia, quiero hablar en este artículo del que, por mucho tiempo que pase, es y será mi colegio.

Creo que el valor de la etapa colegial no sólo está en las lecciones que aprendes en el aula sino también en las vivencias que se desarrollan dentro y fuera de esas paredes. Por eso, con la perspectiva necesaria, recuerdo con especial agrado y nostalgia mi paso por el Colegio Agustiniano. Allí coincidí con profesores y maestros: aquellos, profesionales víctimas del veneno de la rutina, y estos, brillantes personas que enseñaban con pasión y maestría su asignatura y también una legión de virtudes impagables como sensatez, sensibilidad, coherencia, sentido crítico, tolerancia, humanidad, creer en ti mismo...A todos, profesores y maestros, mi más sincero agradecimiento porque aprendí tanto de sus materias como de sus luces y sombras.

En ese sentido, yo creo que el paso por el colegio no debe ser una experiencia idílica. Debe ser realista y coherente con el mundo y la sociedad en la que vivimos. Por ello, estoy especialmente satisfecho de que a lo largo de mi estancia en el Agustiniano viviera momentos absolutamente geniales junto a otros más difíciles, buenos y malos recuerdos con sus correspondientes moralejas. En un colegio, además de intentar firmar un brillante expediente académico, se debe aprender a vivir y convivir. Y ese es para mí un valor que, con el paso del tiempo, he ido reconociendo y admirando en mi colegio. En esos años conocí genios y truhanes, héroes y bellacos, compañeros y bufones, amigos y rivales. Y eso es lo que, con distinta forma pero igual esencia, uno encuentra y afronta en la vida. Que a edades tan tempranas te muestren eso no es una obligación, pero sí un tesoro.

Abandonada la cerril y hormonal etapa en la que uno se torna una suerte de contestatario naif y la ceguera de la rebeldía te impide valorar ponderada y sensatamente cuanto te sucede, es de justicia reconocer que mi paso por el Colegio Agustiniano fue una época tan positiva como decisiva en mi vida. De ella guardo decenas de sensacionales recuerdos y conservo grandes amigos, algunos se sentaban como alumnos y otros como profesores, pero hoy en día me honro sin distinción con su amistad. A vosotros, amigos que no cito, mi especial agradecimiento por aquellos maravillosos años que ya sólo volverán en fotos y tertulias ocasionales.

En cuanto al Colegio Agustiniano, espero y deseo que siga siendo por muchos años un lugar del que la gente salga con motivos para decir "Gracias" el resto de su vida.

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