lunes, 10 de septiembre de 2007

TVómitos

Como el Nautilus de Nemo o la Enterprise de Kirk, así la televisión de nuestros días se lanza a explorar con arrojo y determinación lugares donde nadie en su sano juicio se metería. La programación no es que sea mala. No es mala. Sencillamente hiede. Y no, tampoco estoy generalizando. Dios me libre. Sólo me estoy refiriendo al 90% de la parrilla televisiva. Como de estudiar un nauseabundo cadáver se trata, este artículo con vocación de autopsia lo dividiré en puntos, para que quien quiera pueda leer aquellos que más le interesen, todos o ninguno.
  • Contenidos: Empezando por los magazines que pueblan mañanas y tardes y acabando por los que rubrican noches y madrugadas, uno tiene claro que los directores y guionistas de dichos detritus fueron anteriormente carniceros, por la desmesurada afición a la casquería que demuestran sus retoños. A medio camino entre la truculenta crónica de sucesos (¿por qué lo llaman sucesos cuando quieren decir crímenes?) y la prensa de corazón con aspecto amarillista (¿será hepatitis?), estos programas vertebran la parrilla de programación y en función de ellos se añade todo lo demás (telediarios, series, etc.). Hay quienes, en un alarde de consideración, quieren maquillar semejante montón de ciemo, añadiéndole perfumes culinarios o modísticos, por aquello de que alguien (familiar, productor o amigo interesado) pueda decir que su programa no es una absoluta hez. Estos magazines, que cualquiera puede encontrar en casi todas las cadenas (menos La 2 y la Sexta), hacen que "El Caso" parezca "The Times" y que la crónica rosa se haya convertido en una discusión de cuervos anfetaminados y urracas desquiciadas donde precisamente con corazón, lo que se dice con corazón, no se trata a nadie. Lo peor no es esto, ni siquiera la estética de los decorados (acorde con el "gusto" de los contenidos), sino el alarde de inconsciencia demencial o desfachatez asombrosa que demuestran sus responsables y/o presentadores (juego de las iniciales: A.R., S.A., J.G., J.J.V., J.C., A.G.S.,B.I.,P.G.,...) al defender sus programas como el súmmum de la profesionalidad y la calidad. ¿Profesionalidad? Bueno, particularmente pienso que las lumis sujetaesquinas son bastante más profesionales que cualquier sujeto que aparece ante la cámara en esos programas. Así que fíjense el nivel...¿Calidad? Si se trata de ofrecer el mejor menú a un coprófago, pues sí, son los mejores chefs que hay en la pequeña pantalla. Y no entraré a valorar programas "talk-show" que cada tarde homenajean a la evolución intelectual con temas como "Mi padre es extraterrestre alcohólico, mi madre es stripper heroinómana y el nombre de mi novio me lo aprendí después de que me hiciera un churumbel", porque se comentan por sí solos...

  • Los nombres: Los hay que se escuernan (Ej: "Por la mañana"), otros buscan la jerga popular (Ej: "Aquí hay tomate"), haylos que rozan la horterada pretenciosa ya desde el principio (Ej: "¿Dónde estás, corazón?", "Dolce Vitta", "Channel nº4"), otros tienen estandartes tan indescriptibles como sus contenidos y colaboradores (Ej: "TNT") y, por último, hay nombres que facilitan la labor a quien busque al responsable de semejante memez (Ej:"El programa de AR").

  • Los presentadores: Supongo que es por cuestión de tacto o finura (aunque Mike Tyson tenía más tacto que Ana Rosa Quintana y Jorge Javier Vázquez juntos, por poner un ejemplo) pero lo que se estila ahora es que quien presente el programa sea mujer (con la capacidad intelectual de un boniato) o representante del colectivo gay (con la capacidad letal de una cobra), tal vez por aquello de dar más reparo a los desaprensivos que quieran criticarlos, ponerles una denuncia o ciscarse pública y mediáticamente en su estampa. Lo políticamente correcto es no criticar ni a mujeres ni a homosexuales que aparezcan en televisión, porque siempre habrá una legión de anormales que crean que los criticas por su condición genética o sexual y estén dispuestos a clamar al cielo y de paso tocarte las maracas.

  • Los colaboradores: Por imperativo legal, estos programas tienen que tener como colaboradores a, como mínimo, un ejemplar de las siguientes especies: Habitantes del armario; Periodistas que tengan el título vía fotocopiadora; Viejas glorias (del cante, el cine, la moda, el porno...) con problemas con las deudas; Hijos y/o consortes de gente famosa que no sepan más que tocarse el ombligo o más allá; Barbies y Kents con neuronas en búsqueda y captura; Ex concursantes de "realities" con más ego que vergüenza y, por último, golferas con una ejemplar vida nocturna sustentada en camas calientes, copas vacías y narices empolvadas. Y es que, por amor al dinero o a la popularidad de ínfima categoría, hay mucha gente dispuesta a ser cofrade de la Hermandad de la Garganta Arrodillada.

  • Los invitados: Ya salgan en vídeos o en plató, normalmente son frikis de vocación o por accidente a los que se suma algún famoso de verdad que está en horas bajas (vamos, que tienen el reloj en el subsótano). En casos especiales, se ganan la piedad del público. ¿O es que alguien no siente ya pena por el gorilesco hijo de la viuda de un torero?

  • ¿Y qué pasa con los "reality-shows"? Pues que este artículo aborda programas donde aparecen personas. Quizás en otro artículo trate documentales en directo que estudien el comportamiento animal de los eslabones perdidos...

  • Pues qué enterado estás para despreciarlos tanto, ¿no? Naturalmente, hay que saber de lo que se habla para poder criticarlo.

  • ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? Pues de la misma forma que Hitler accedió al poder en Alemania en las urnas: Porque hay decenas de miles de idiotas y otras tantas de sinvergüenzas.

¿Cuál es la solución a todo esto? Despidos masivos, muertes accidentales o, si es buena gente, ver cualquiera de las series extranjeras que se programan (no vaya a ser que por error sintonicen "Yo soy Bea" y acaben en urgencias después de tirarse por la ventana), abonarse a "La Sexta" o contratar la televisión por satélite. Y, si tiene buen gusto, pues ir al teatro, al cine o leer un buen libro y de paso ahorra energía.

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