lunes, 4 de febrero de 2008

El cine español, a tomar por los Goya

Anoche se celebró la gala de los Goya. Para algunos, es la fiesta del cine español. Para otros, una copia de todo a un euro de los Óscars. Para mí, una decadente, pesada y martirizante autopsia del séptimo arte en España. Porque el cine en España, el que se hace aquí, hace tiempo que tiene un tufo a podredumbre que no lo quita ni el glamour de pacotilla de los premios con nombre de pintor (cosas de aquí...) ni el previsibile pero ameno histrión Corbacho. Si los Goya son la fiesta de la cinematografía española, hace tiempo que no invitan al buen gusto a esa juerga. ¿Qué son los Goya? Neus Asensi vestida de fulana galáctica; la presidenta de la Academia dando un discurso pueril y estúpido; Alberto San Juan desvariando majaderías ante un auditorio con vocación de clá; Alfredo Landa haciéndose un lío en su propio homenaje; o premiar una película que han visto cuatro críticos y el acomodador.

* Sospechosos habituales: Teniendo en cuenta que en España el 99% de las películas no se hacen sino que se perpetran, los Goya no son tanto una gala de premios como una rueda de reconocimiento que permite identificar fácilmente a los culpables de tanto bodrio y tomadura de pelo. Aquí casi nadie hace cine de verdad. En todo caso, se hace cine de terror, aunque estemos ante un drama o una comedia. Y digo que casi nadie porque hay muy pocos directores que se proponen tomarse en serio su profesión y no perder el respeto al público. Directores como Amenábar, Médem, Garci, De la Iglesia, Almodóvar o Coixet, que, ideologías y fobias aparte, imprimen a sus películas un sello personalísimo, inconfundible y que tiene bastante que ver con el Arte. Quitándoles a ellos, el panorama de cineastas está lleno de mangantes, jetas, aficionados al plagio, aburreovejas y carne de psiquiátrico. Y otro tanto se puede decir del repertorio de actores y actrices. En resumen, la industria cinematográfica española rezuma morralla y anhela gente que sepa conciliar a críticos y público en torno a una pantalla. Aquí no se hace cine pensando en el público, se hace cine pensando en llevarse la subvención al agua y el dinero a la saca.

* Lo artísticamente correcto: En este país, para dedicarte al cine tienes que ser progre y militante de izquierdas o parecerlo, por aquello del "qué dirán". Viendo los argumentos de ciertas películas y las memeces panfletarias que se cascan bastantes directores y actores, tengo mis serias dudas de que alguien que viva de los fotogramas no pueda resistirse al onanismo ante una foto del asesino Santiago Carrillo o la infame Dolores Ibárruri. Luego se sorprenden de que apenas vea cine español. ¡Toma! Si además de la discutible calidad de tu bodrio te enemistas públicamente con una parte importante de la población, tú me dirás quién va a pagar por verte, además de tus padres, allegados y críticos con gafas de pasta negra y "El País" en ristre.

*El palmarés: Que se haya premiado a la gritona Manuela Velasco con un Goya por "REC" es como premiar a Jamie Lee Curtis con un Óscar por "Halloween". Es decir, delirante. Como delirante es que se premie por original un guión plagado de tópicos y "homenajes" (la forma fina y eufemística de decir plagio) a otras películas, o que la mejor película española de 2007 sea tan conocida como la fisiología del hipocampo. Sí, señor, ya sólo les falta doblar las películas en swahili para que la industria cinematográfica entre en quiebra por vergüenza ajena.


Visto lo visto, con un cine tan de saldo, a mí no me quedan ganas de seguir escribiendo de algo tan penoso. Sólo puedo sugerir, al lobby progre que se expande cual metástasis por el cine español, que hagan de una vez películas coherentes con su calidad e ideología que terminen por hundir la industria.Por ejemplo: Alejandro Amenábar podría rodar un thriller de cómo un completo necio llega a presidente después de unos atentados; Pedro Almodóvar tendría un filón contando a su modo kitsch las peripecias de una socialista aficionada a las tortillas de almejas y los bollos rellenos de conejo; Javier Bardem, Juan Diego Botto y Alberto San Juan encandilarían seguro a sus seguidoras protagonizando a tres heroicos jóvenes que fusilan a decenas de hombres, mujeres y niños inocentes y desarmados en Paracuellos del Jarama en la Guerra Civil; y Fernando León de Aranoa podría dar rienda suelta a su emotividad social contando la historia de un indigente intelectual y moral llamado Pepín que desde que nace en Galicia logra esquivar todas las trabas de la sociedad para tener un escaño en el Congreso de los Diputados. Por ideas no será...

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