sábado, 24 de octubre de 2009

TOC-TOC: Un correcto divertimento

Anoche vi en el Teatro Príncipe Gran Vía la comedia "TOC-TOC", obra dirigida por Esteve Ferrer siguiendo la versión de Julián Quintanilla de una exitosa pieza francesa homónima escrita por el actor y director galo Laurent Baffie.

Ante el espectador, seis personajes en busca de...doctor, concretamente un psiquiatra, a quienes los infelices esperan en su consulta, con la esperanza de que les redima de sus "toc": Trastornos Obsesivos Compulsivos y que reflejan, llevándolas al extremo, muchas de las curiosas manías que todos alguna vez hemos oído, visto o incluso sufrido, ya que forman parte de la sociedad de nuestro tiempo. La ausencia del doctor desencadena una interacción entre los seis pacientes con la finalidad de curarse entre ellos mismos, en la ficción, y hacer reír al espectador, en la realidad.

El elenco (donde ayer el propio director de la obra suplió a uno de los actores) cumple el cometido que se le puede exigir a cualquier comediante: provocar la sonrisa y la carcajada, pero adolece de más de un momento de sobreactuación (defecto que suele pasar desapercibido en obras de este género pero que no es admisible) y alguna que otra frase sin más sentido que el de suscitar la hilaridad. Igualmente, los personajes encarnados son tan simples y planos en sus matices que a los pocos minutos de función tal pobreza torna sus intervenciones y evolución previsibles y, hasta cierto punto, anodinas. Son personalidades de cartón-piedra, más propias de un chiste, con las que te puedes reír pero en ningún momento empatizar y eso es un problemático lastre, tanto para los actores como para el patio de butacas.

No obstante, sí me gustaría destacar al actor más entonado de la velada que, para mi gusto, fue Esteve Ferrer, director y actor suplente de "Toc-Toc", que encarnó con bastante tino al irónico y campechano taxista aquejado de aritmetomanía, siendo el personaje que soporta la mayor parte de la trama y brinda los mejores momentos al espectador. De todos modos, para quien estime severo mi juicio, he de decir que esta obra merece la pena para quien desee pasar un liviano y agradable rato entre las paredes de un teatro, ya que esta pieza corresponde perfectamente al significado de la palabra divertimento: "Obra artística o literaria de carácter ligero, cuyo fin es solo divertir". Es sólo eso.

1 comentario:

Malena dijo...

Soy una apasionada del teatro. Creo que una de sus finalidades es divertir, entretener, otras, provocar o transmitir. Así, al menos lo entiendo yo y la academia donde acudo todos los lunes (www.gabinetedeteatro.com).
Quizás, a veces se "sobreactúa", y aunque es algo que puede pasar desapercibido, puede quitar crédito al personaje, y poner al actor en una posición difícil.

Me apunto tu comentario, por si voy a ver la obra...

Buen fín de semana,

Malena