sábado, 16 de enero de 2010

Tecnudismo

Leí recientemente un interesante y cabal artículo a propósito de la controversia con la utilización de escáneres corporales en los aeropuertos y que ponía, a mi entender, el dedo en la llaga: ¿A santo de qué viene tanto guirigay por esos aparatos cuando vivimos plácidamente instalados en la sociedad más desinhibida y voyeurista de todas cuantas han existido, verbigracia del desarrollo tecnológico? Este artículo me hizo recordar otro que disfruté tiempo ha y que analizaba con bastante tino los hábitos sociales de la juventud actual, cada vez más tecnificados o digitalizados. Y ambos me llevan a la conclusión que hoy plasmo aquí.

Rasgarse las vestiduras por unos instantes de desnudez en pos de la seguridad me parece una papanatada cuando en nuestra sociedad las nuevas tecnologías y los usos que se hacen de ellas han convertido la privacidad en una magnitud medible en píxels y la íntima discreción es un romántico rescoldo de comportamiento analógico.

No sólo decenas de cámaras de seguridad levantan acta (vaya usted a saber dónde) de nuestros quehaceres diarios fuera del hogar al más puro estilo "Show de Truman", sino que el mundo "online" está tan plenamente presente en nuestra existencia cotidiana que ha engullido casi por completo tanto nuestro "yo laboral" como, especialmente, el "yo íntimo", hasta unos extremos insospechados. La telefonía móvil e Internet (y las tendencias y usos de ellos derivados) nos han convertido en nudistas digitales. Fenómenos como Facebook o Tuenti han impulsado a miles de personas a utilizar las redes sociales como si fueran diarios personales con vocación de libros de visitas en tropel al mismo tiempo que han convertido a todos los Raymond Babbitt del planeta en los Tony Manero del ciberverso. Twitter nos permite pensar transparentemente en 140 caracteres y los blogs decir todo aquello que por lo general matizamos o usualmente callamos. YouTube el lugar ideal para compartir con todo el mundo (literalmente) el soporífero y mareante vídeo familiar que en la vida real jamás nadie querría contemplar. Las cámaras web son ya de facto mirillas que harían las delicias del Marqués de Sade. Google se ha revelado como el implabacable dios de la infoxicación, al que nada ni nadie parece escapar...La Red, en definitiva, está plagada de casi tanta o más información (textual, gráfica, audiovisual...) sobre nosotros que la existente en el entorno "offline". Tan es así que rara es la persona que no ha probado, en un curioso alarde de narcisismo, a buscar en Internet información sobre sí misma, para así destapar una caja de sorpresas...o la de Pandora, porque a veces, hay informaciones o imágenes que quizás convendría erradicar del subconsciente propio y/o colectivo...

Hay quien dice que estamos en la "Sociedad del Conocimiento". Puede que sea cierto, pero yo añadiría "Sociedad del Conocimiento...del otro", porque gracias a las nuevas tecnologías sabemos más del prójimo (ya sea conocido o no) que de nosotros mismos. Nos hemos convertido en el "Gran Hermano" del vecino...o, al menos, tenemos todo lo necesario para ello. Esto no es ni bueno ni malo. Simplemente es un hecho, del mismo modo que las nuevas tecnologías no las recarga el diablo, sino que son quienes las usan los que deben tener la mente más sana todavía que el cuerpo porque convertir a la Red de Redes en una especie de secreter personal es uno de los mayores errores que alguien puede hacer hoy en día.

En definitiva, hemos llegado a unos extremos de digitalización de nuestra intimidad tan ridículamente detallados que nuestro estado mental, civil y corporal se actualiza en tiempo real y a los cuatros vientos y eso sí que es un problema mucho mayor que el quedarnos digitalmente en cueros unos segundos en nuestros periplos aeroportuarios. Más les valdría a esas personas preocuparse por qué tipo de fotos pululan por la Red o a quién revelan confidencias los bisoños internautas...

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