domingo, 14 de febrero de 2010

Nadie teme al lobo feroz

Recientemente he visto la película "El hombre lobo", película sobre el mito de marras que, presuntamente, quiere homenajear al gran clásico blanquinegro de la Universal. Si homenajear significa hacer un film que alterna el ridículo con el tedio, entonces es un homenaje como hace tiempo que no se en la gran pantalla. Lo único que queda claro después de ver esta "producción" es que el licántropo de 1941 es justamente insuperable ya que, para describir al de 2010, se pueden utilizar muchas palabras, pero la mayoría de ellas malsonantes.

No se dejen engañar por el reparto, a priori bastante interesante y apetecible, porque sus interpretaciones, exceptuando quizás la de la esbelta Emily Blunt, rozan la caricatura, cuando no una mezquina indiferencia. Tal vez en parte se deba a un guión pueril donde los personajes son cercanos al cartónpiedra y la evolución de la trama hay que aceptarla no desde la lógica, sino desde la fe cinéfila más demencial. O quizás todo sea culpa de un director, Joe Johnston, que, acostumbrado a hacer cine familiar de sesgo infantil, no ha sabido encontrar ni el tono ni el talento para llevar a la pantalla este gran mito del terror cinematográfico y literario.

Por tanto, si alguien desea ver un digno homenaje (o revisión) a los grandes clásicos del terror de la Universal o a los personajes que encumbraron, es mejor que vea el magnífico "Drácula" de Coppola o incluso la entrañable y ochentera "Una pandilla alucinante", con todos los grandes monstruos del terror en ella. Cualquier cosa antes que malgastar tiempo, dinero o ambas cosas viendo el bodrio que me amargó la noche del pasado sábado, porque este lobo de 2010 ni es feroz ni da miedo ni nada de nada. De dar algo, da vergüenza.

Por último, decir que, al igual que ocurre por ejemplo con el vampirismo, el mito del hombre lobo tiene una importante base folclórica e histórica real: No hablo sólo de que en regiones como India, África o América Latina se creyera la existencia de animales salvajes que se transformaban en hombres (o viceversa) con inquietantes intenciones. Hablo de que en Europa, hace bastantes centurias (se tiene constancia desde finales del siglo I D.C.), existieron verdaderamente unos guerreros, originarios de la zona nórdica, que por su aspecto parecían bestias antropomórficas y dejaban un reguero de muerte y miedo a su paso: los bersekers (ataviados con pieles de oso) y los ulfhednar (vestidos con pieles de lobo), cuya fiereza era tal que, mitológicamente, se les consideraba algo así como los "Marines" del dios Odín. Así pues, dada su apariencia y el frenesí con el que se empleaban en la destrucción y el sesgo de vidas humanas en nuestro continente, a nadie le extraña que el folclore popular los tomara como modelos para crear al terrorífico hombre lobo que la literatura y el cine han inmortalizado en decenas de ocasiones. Distinto asunto (y más reciente en términos históricos) es el tema de los asesinos licántropos (Ej:Romasanta), cuya demencia homicida está relacionada supuestamente con la luna llena, del mismo modo que para los esquizofrénicos las "voces" en su cabeza.

De todos modos, en lugar de ver esta horrenda película, recomiendo la lectura del excelente "El libro de los hombres lobo" o la visión de la mítica película "El hombre lobo" (1941) para disfrutar de una auténtica y deliciosa velada de miedo.

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