lunes, 27 de septiembre de 2010

La talla de la sensatez

Recientemente ha aparecido en las noticias el caso de Carla Trujillo, una joven modelo española que sufre una absurda discriminación. ¿El motivo? Estar considerada por ciertos mandamases de la pasarela como "modelo de talla grande". Y ojo, que si alguien piensa ahora mismo en una adiposa sin complejos vestida de globo aerostático carísimo, se equivoca. La pizpireta Trujillo es una chica normal, con el bello encanto que da la sana lozanía, sí, pero corriente en cuanto a tallaje se refiere (talla 40). Y de ello da fe el hecho de que esta madrileña haya sido contratada por una prestigiosa agencia neoyorquina de modelos, lo cual no deja de ser paradójico. 

¿Cuál es el problema entonces? Desde luego, el quid de la cuestión no hay que buscarlo en Carla, cuya madurez y mesura, por cierto, es impresionante para tener "sólo" 17 años. Quizás haya que dirigir la mirada inquisitiva hacia la alta costura, ese manantial de estrafalarios esnobismos y feroces complejos...¿Está tan ensimismada y enloquecida la moda que ha perdido definitivamente la noción de "normalidad"? ¿Qué deficiencia mental o audiovisual lleva a los modistos y gurús del  prêt-à-porter (esto es, manfloritas y aledaños) a considerar como fémina estándar cualquier mujer que parezca pintada por El Greco? ¿Alguien oriundo de ese pretencioso vergel de sarasas y divas narcisistas va a caer en la cuenta de que son infames cómplices de la existencia de la bulimia y la anorexia en el mundo? ¿Las medidas ideales son las de un cadáver putrefacto?

Yo siempre suelo ser partidario del término medio que tanto alababa Aristóteles, así que supongo que se entenderá que, para mí, tan injustificable y necio es situar como paradigma a mujeres que harían las delicias de Rubens como colocar en idéntico pedestal a féminas que parecen recién liberadas de un campo de concentración nazi. Aunque, puestos a elegir, mejor una que parezca henchida de felicidad antes que otra que se asemeje a una invitación a la necrofilia...De todos modos, a mí me da absolutamente igual la flaqueza o la gordura, siempre  y cuando tengan su justificación en razones genéticas o fisiológicas y no en dislates mentales o en simple e insalubre dejadez. La salud, al igual que la felicidad, empieza por la cabeza.

De cualquier forma, lo único cierto es que la moda, además de crear vestidos que muy pocas personas llevarían (por su precio, en el mejor de los casos), genera unos dictados cuestionables y unos referentes irreales que, combinados con una deficiente autoestima y una insuficiente madurez mental, han convertido a cientos de miles de mujeres en seres cadavéricos víctimas del espejo y el qué dirán y otro tanto sucede con aquellas cuya oronda figura se convierte en una absurda cárcel donde apresar la naturalidad y la alegría. Es un curioso contrasentido que un negocio que tiene por eje central a la mujer sea responsable de tantas penalidades femeninas. Un curioso, bochornoso y demencial contrasentido cuyos principales responsables no son las infelices y desdichadas  mujeres que padecen tales complejos, sino los modistos, las modelos y los medios de comunicación que deciden  prescindir del sentido común y vivir ajenos a la realidad más mundana, la misma a la que manipulan y enferman con sus delirantes "tendencias".

Por suerte, siempre habrá casos como los de Carla Trujillo, una chica bellamente normal que tiene una talla que muchas mujeres (y hombres) deberían anhelar: la de la sensatez.

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