viernes, 17 de junio de 2011

Los cuentos no son (sólo) cosa de niños

Hace casi cinco años hablé breve y socarronamente en este mismo blog sobre el tema de hoy, pero en esta ocasión me gustaría hacerlo con algo más de profundidad y seriedad. ¿Alguien se ha parado a pensar seriamente en los cuentos que escuchábamos de niños y leemos de adultos a los que heredarán la tierra? ¿En qué es lo que verdaderamente quieren decir los cuentos de hadas?

Vaya por delante que no pretendo menospreciar ni desconsiderar el importante papel que la imaginación, el contexto, las vivencias, las filias y las fobias de los Grimm, Perrault, Andersen y compañía desempeñan en la creación y composición de sus célebres obras literarias, pero...tampoco hay que perder de vista lo siguiente:

  •  La mágica chistera de los cuentos: Así se podría denominar al inconsciente colectivo, perfectamente perfilado por Carl Gustav Jung, pensamiento constante, implícito y compartido por toda la Humanidad, enriquecido y utilizado por todos los seres humanos durante miles de años, que nutre universalmente de símbolos, arquetipos y estereotipos cualquier creación artística y sin el cual es imposible entender la aceptación indiscriminada y el arraigo secular de los cuentos. Éstos no tienen éxito sólo por su calidad literaria, el carisma de sus personajes o el interés de su trama. Tienen éxito principalmente porque en el fondo hablan de algo que a todos nos suena conocido y asumimos como propio, sin importar fechas ni lugares. En este sentido, los cuentos se podría decir que son los distintos vestidos que los autores suelen elegir para vestir símbolos y arquetipos tan viejos como el hombre, significantes y significados anidados en esa mente. Siguiendo en esta línea, se podría decir que la creatividad, la imaginación no es otra cosa que la facilidad que tiene un autor (en este caso, un cuentista) para acceder a ese infinito desván que es el inconsciente colectivo con el fin de extraer lo que más le guste de cuanto allí vea para transmitir algo de una forma nueva. En definitiva: El inconsciente colectivo es la chistera con la que el escritor obra la magia de extraer historias y personajes.
  • Un mensaje nada pueril: Deleitarse exclusiva y literalmente con las peripecias fantásticas narradas en los cuentos de hadas no deja de ser un error disculpable en el caso de los más pequeños pero lamentable en el caso de los adultos. Los cuentos distan mucho de ser ficciones sólo aptas para niños, puesto que, más allá de lo narrado, allende el entretenimiento más literario y literal, subyace un mensaje que cala inconscientemente en el infantil lector y que puede ser fácilmente detectable por el adulto. ¿Qué quiero decir? Pues sencillamente que estas creaciones literarias no sólo cuentan sino que enseñan, adoctrinan o aleccionan con brillante sutileza. Así, el lector, obnubilado con el disfrute de la ficción, queda inoculado inconscientemente con un mensaje que se conforma por tres componentes que pueden estar o no relacionados entre sí: 1) La propia formación y educación del autor, 2) El canon ético del ambiente (tiempo y espacio, región y época, etc) en la que se escribe y 3) El canon ético del ambiente en el que se lee. Los mensajes subyacentes en los cuentos derivan de cualquiera de estas tres variantes y, si bien puede haber divergencias y excepciones, normalmente obedecen a un tipo de educación, moral y ética de corte tradicional. De ahí que muchas de las lecciones o enseñanzas encriptadas en estas ensoñaciones literarias vayan destinadas a preparar al bisoño lector para una correcta adecuación a los estándares morales y cívicos de la sociedad en la que deberá integrarse en un futuro; es decir, predisponen o dirigen al niño en lo que el autor o la sociedad del momento consideren el buen camino. Por eso,  mensajes como "No confíes en extraños", "No te dejes llevar por las apariencias", "No permitas que las pasiones te dominen", "No des de lado a tus allegados", "No seas cobarde",  "Piensa antes de actuar", "No seas vanidoso", "No mientas", "No desobedezcas lo que te ordenen" y cientos de preceptos similares, moldean (o castran, según se mire) la actitud del niño en aras a convertirlo en lo que el canon del momento establezca como buena persona o buen ciudadano. Gracias a la perpetuación mediante la "transmisión" de padres a hijos como lectores de cuentos, las lecciones en ellas contenidos conforman un corpus de "valores universales" que responden directamente a lo que está considerado adecuado por la sociedad.
¿Es esto algo nuevo? En absoluto. Ya en la Antigüedad los mitos desempeñaban una función muy similar, al igual que hoy el cine (las películas infantiles y las de terror) realizan una tarea casi idéntica a la de los cuentos como manipuladores de la conducta de sus receptores.

El mejor ejemplo para darnos cuenta de todo ello lo tenemos en la sensacional película de "Shrek", que al mismo tiempo que subvierte hilarantemente los arquetipos, estereotipos y roles más típicos de los cuentos de hadas, pone en solfa las reglas y los "mandatos" que comentaba anteriormente.

En definitiva, invito al lector a que piense en cualquier cuento de los que han trufado su infancia y medite si no encierra algo más que una simple aventura de seres fantásticos...Y es que, en el fondo, los cuentos no son (sólo) cosa de niños.

Dedicado a quien me hace entender y disfrutar de este cuento que es la vida.

3 comentarios:

Cayetano dijo...

No podría estar más de acuerdo contigo.
Además Shrek tiene una cualidad y esa es su idoneidad para todos los públicos, chicos y grandes, porque hay guiños para los mayores que se les escapan a los pequeños sin que suponga menoscabo de la historia.
Un saludo.

Juan Carlos dijo...

Sin olvidar que los cuentos infantiles tienen ese punto de crueldad necesaria (los buenos) que atraen a niños o a adultos: la malvada madrastra, los padres que abandonan a los hijos, el asesino de esposas. Y creo que ese puntito atrae más que versiones edulcoradas de los cuentos. Por eso gusta tanto Shrek

Javi Crespo dijo...

Tenéis toda la razón, tanto Cayetano en su opinión sobre "Shrek" como Juan Carlos en reflejar la crueldad como herramienta para captar la atención y aleccionar mejor a los lectores de los cuentos. :)