domingo, 10 de julio de 2016

Elogio del fracaso

A esta sociedad no le gustan los perdedores, los fracasados, los caídos. Es alérgica a cualquier cosa que quede fuera de las inoculadas coordenadas del "triunfo" y tiene un despreciativo pavor a todo aquello que no rime con la palabra "éxito". Es inmisericorde con los matices, cruel con sus absolutos...y enormemente estúpida a la hora de dotar de significado y profundidad a esas dicotomías (triunfo-derrota, éxito-fracaso) que se manejan con tanta ligereza, casi con frivolidad, a la hora de valorar o juzgar a una persona o a su trayectoria. La gente tiene demasiada prisa a la hora de hacer leña y, en cambio, no tanta para ser justa. Por tanto, conviene alejarse de ese comportamiento hooligan y borreguil, de esa filosofía de barra de bar, de esa retórica fast-food, a la hora de ponernos Torquemada con la vida o la carrera de una persona. Más que nada porque se incurre en un error similar en torpeza y calibre al de juzgar a una persona por sus logros profesionales o al de valorar el desempeño profesional basándose en lo personal.

Ser resultadistas a la hora de valorar o ponderar a alguien, ya sea en lo personal o en lo profesional, es francamente desaconsejable. El "Mourinhismo" sólo es justificable dentro de un campo de fútbol (y ni aun así). ¿Por qué? Porque estamos, conscientemente o no, excluyendo de la ecuación elementos muy importantes como las circunstancias, la actitud, la finalidad, la intención, la perspectiva...Por eso, a la hora juzgar, hay que tener en cuenta bastantes cosas y no sólo el hecho frío, aséptico y objetivo del resultado. 

Como no me quiero extender demasiado ni meterme en jardines de compleja salida, intentaré hablar desde mi punto de vista personal sobre este asunto. Para mí, la diferencia entre "éxito" y "fracaso", la marca el aprendizaje, la aprehensión del conocimiento adquirido desde el inicio de la acción hasta su resolución. En ese sentido, "éxito" y "fracaso" conforman un mismo y único camino: el del saber. Sin experiencia no hay aprendizaje y sin éste no hay crecimiento. Así las cosas, nada avanza quien no lo intenta y nada cambia quien nada aprende de lo hecho y vivido. Es decir, para mí, los "fracasos" funcionan como herramientas para mejorar y crecer con la misma legitimidad y eficacia que los éxitos. O incluso más, porque hay mucha más lección dentro de un fracaso que dentro de un éxito. Las heridas siempre son las mejores maestras a la hora de evitar unas nuevas. Igualmente, para mí, la distinción entre "triunfo" y "derrota" la marca la actitud, ya hablemos de un proyecto personal o profesional. En ese sentido, lo importante no es si ganas o pierdes sino cómo ganas o cómo pierdes y, aún más crucial, qué haces después del triunfo o la derrota. De ahí que la cuestión verdaderamente importante no sea si caes o no sino qué haces después de caer. Puedes rendirte y abandonarte al victimismo, al pataleo, al shock, al masoquismo...o puedes levantarte. Esto último suele ser más difícil que lo otro porque requiere esfuerzo, actitud, coraje y, para eso, no todo el mundo vale, pero el que lo hace, el que se levanta, ya ha conseguido algo muy importante: acortar distancias con el triunfo. Hay gente que lo tiene muy fácil a la hora de triunfar pero nadie parte con ventaja para levantarse. Eso depende de cada uno. Por eso es tan valioso, porque todo el mundo puede caer pero no todo el mundo se levanta.

Podría haber sustituido esta reflexión por comentarios más célebres y resultones como los de Michael Jordan ("He fallado más de 9.000 tiros en mi carrera. He perdido más de 300 partidos. En 26 ocasiones me confiaron el tiro ganador y fallé. He fallado una y otra y otra vez en mi vida, y por eso he tenido éxito") o de Steve Jobs ("Yo no lo vi entonces, pero que me despidiesen de Apple fue lo mejor que me pudo pasar. La pesadez de ser exitoso fue reemplazada por la liviandad de ser un principiante otra vez, menos seguro de todo. Me liberó para entrar en uno de los periodos más creativos de mi vida") o de Thomas Edison ("No fracasé, sólo descubrí 999 maneras de como no hacer una bombilla") o, incluso, de Sylvester Stallone por boca de Rocky Balboa ("Voy a decirte algo que ya sabes. El mundo no es todo alegría y color. En realidad es un lugar terrible. Y por muy duro que seas, es capaz de arrodillarte a golpes y tenerte sometido permanentemente si no se lo impides. Ni tú ni yo ni nadie golpea más fuerte que la vida. Pero no importa lo fuerte que puedas golpear sino lo fuerte que pueden golpearte y lo aguantas mientras avanzas. Hay que soportar sin dejar de avanzar. ¡Así es como se gana! Si tú sabes lo que vales, ve y consigue lo que mereces, pero tendrás que soportar los golpes y no puedes estar diciendo que no estás donde querías llegar por culpa de nadie. ¡Eso lo hacen los cobardes! ¡Y tú no lo eres! ¡Tú eres capaz de todo!") pero creo que es mejor ser honesto y hablar desde lo personal. 

Habrá quien piense que digo todo esto por postureo o que vendo el mismo placebo que los libros de autoayuda. Tienen todo el derecho a equivocarse: escribo desde la experiencia. Por eso, espero que este artículo sirva para que quien lo lea no tenga miedo de caer sino de no levantarse porque, en ocasiones, más de las que nos damos cuenta, los errores, los contratiempos, los fallos, las caídas nos hacen mejores...si queremos.

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