jueves, 18 de agosto de 2016

Lorca: la muerte nunca será el olvido

Esta madrugada, la del 18 de agosto, se cumplen 80 años de una de las mayores tragedias culturales, escondida dentro de uno de los muchos capítulos repugnantes de la Guerra Civil española: el asesinato de Federico García Lorca, el escritor en lengua española más importante del siglo XX y uno de los grandes nombres de la Literatura universal.   

Quizá podría dedicar este artículo a glosar las circunstancias concretas de su muerte pero eso sería dar atención y espacio a una banda de malnacidos que espero se estén pudriendo en el infierno. Baste decir que el atroz fusilamiento de Lorca es una más de las muchas teselas que integran el horrendo mosaico que legó para eterna vergüenza la Guerra Civil, junto a otras salvajadas como la matanza de Paracuellos del Jarama, el bombardeo de Guernica, la masacre de la cárcel Modelo o el fusilamiento de las "Trece Rosas", por citar sólo alguno de los muchos espantos con los que ambos bandos compitieron por ver quién era más abominable. Ya hablé hace unas semanas del tema de la Guerra Civil española en este mismo blog, así que, para todo lo referente a ese asunto, me remito a lo que escribí entonces. Lo que es del todo inadmisible es que, tantas décadas después, el cuerpo de Lorca, igual que el de muchísimos represaliados a un lado y otro de las trincheras, siga sin tener una sepultura no ya digna sino siquiera localizada. Eso, señores políticos, es también un crimen, una absoluta vergüenza.

De todos modos, estando FGL por medio, no hay mejor manera de honrar su memoria que celebrar su vida más que atender su muerte, porque fue su vida, lo que hizo en la vida y con su vida, lo que le llevó a ser la figura admirada, magnética e inmortal que fue, es y será.

Como persona, Lorca encarnó un constante y atormentado anhelo de vida; una sed insaciable e insaciada de todo aquello que nos hace sentir vivos, aunque eso lleve a confrontar dictados, paradigmas, prejuicios y convenciones de los que no tienen más vida que la cuadrícula o el adoctrinamiento. Lorca fue pura fiesta y tragedia, como la propia vida. Por eso, también, debe ser recordado. Por atreverse a "vivir pese a todo".

Como escritor, Lorca puso en castellano algunos de los mejores pasajes de la poesía y el teatro universales. Respecto a lo primero, todo aquel que haya tenido la suerte de leer el "Romancero gitano" o "Poeta en Nueva York" (por mencionar sólo dos ejemplos) sabe o, al menos, intuye que ha entrado en ese pequeño terreno del alma íntima e intransferible donde sólo consiguen escribir los grandes genios. En cuanto al teatro, FGL legó dos obras maestras ("La casa de Bernarda Alba" y "Bodas de sangre"), una maravilla ("Así que pasen cinco años") y varias genialidades: pocos dramaturgos sean de la lengua o el tiempo que
sean pueden presumir de algo así; en este sentido cabe decir que si Shakespeare supo radiografiar inmejorablemente el alma humana en sus obras teatrales, Lorca se atrevió a engarzar en las suyas con un talento inigualable la pasión, el misterio y la tragedia, que son al fin y al cabo de lo que está hecha la vida. Por todo ello decía al principio que Federico García Lorca es el mejor escritor del siglo XX en lengua castellana y uno de los grandes de la Literatura universal. Y cuestionar eso es directamente quedar en evidencia: Lorca te podrá gustar más o menos, pero escatimar su valía y su huella es querer ser tonto a conciencia.

Acabo ya, porque no hay mejor homenaje a Lorca que dedicar tiempo a (re)leerlo, ya que así es como uno se encuentra con ese arte íntimo e ilimitado, con ese duende extraordinario y trágico, con ese torrente de vida y muerte que era el genio granadino. Y es que a Lorca no lo hicieron inmortal las balas de unos hijos de puta: Lorca conquistó la innmortalidad con el puño y la letra de un ser humano irrepetible. Por eso, aunque FGL le alcanzó la muerte nunca le alcanzará el olvido.

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