lunes, 7 de noviembre de 2016

De Pepsi a...¿Cthulhu?

La era Obama llega a su fin, después de dos legislaturas como presidente estadounidense oficial y, a la sazón, jefazo mundial oficioso. Un mandato en el que el primer negro de La Casa Blanca se ha limitado a cumplir el expediente pero que ha resultado absolutamente balsámico en comparación con la descerebrada, irresponsable y contraproducente etapa de Bush Jr. 

Obama deja así tras ocho años un legado tan impecable en las formas como insustancial en el fondo pero en olor de multitudes gracias a su estupenda oratoria, innegable carisma y destreza para el marketing político que es, hoy por hoy, en lo que consiste la política: saber vender un producto (que no una idea y menos aún un programa) a los clientes para que en lugar de pasar por caja pasen por urna. Y precisamente son estas mismas virtudes las culpables de que ahora quede un poso de decepción, de "sí pero no", como cuando pides una Cocacola y te dan una Pepsi: eficacia sin deleite. Éramos muchos los que estábamos muy ilusionados con el ascenso de Obama a la presidencia yanqui a lomos de una sensacional campaña publicitaria; los mismos (imagino) que ahora nos debatimos entre la frustración y la gratitud hacia un tipo majete como persona e insípido como político. Dicho de otro modo: Barack puso el listón de demasiado alto para Obama. Dentro de su país se ha ceñido a salvar los muebles, entre otras cosas por la cerril oposición del Partido Republicano, que ha demostrado estar más pendiente de su propia degeneración que de ayudar a progresar a la nación. Fuera de su país, los EEUU de Obama no es que hayan hecho dejación de funciones pero casi; sólo así se explica la tibieza ante el matonismo de Rusia, la demencia de Corea del Sur y las masacres del ISIS, las tres grandes amenazas para la convivencia y serenidad mundial. Y digo bien, dejación de funciones, puesto que por tradición, potencial y capacidad coerctiva EEUU puede y debe ser el gran árbitro de la convivencia mundial, especialmente si tenemos en cuenta que organizaciones supranacionales como la ONU, la OTAN o la UE andan pasando la mayor parte del tiempo en postureos, eufemismos y ridículos varios. En ese sentido, EEUU con Obama ha actuado internacionalmente como un profesor  excesivamente buenista y paciente cuya única muestra de autoridad ha sido dar el merecido matarile a Bin Laden. Y eso, en los tiempos que corre es dar demasiadas facilidades a cabrones vocacionales, ya se apelliden Putin, Kim o Al-Bagdadi. Claro que es preferible esa actitud de monje tibetano a comportarse como un chimpancé con ametralladoras (ver Bush Jr).

De todos modos, más allá de la valoración que merezca el balance de la Administración Obama, lo único seguro es que se le echará de menos dado que el próximo presidente estadounidense saldrá de una dupla de candidatos que ha llevado al electorado de las barras y estrelllas a tener ante sí un dilema de manual: elegir entre un mal candidato (Clinton) y otro horrible (Trump). Hillary Clinton es mala candidata no sólo porque SIRI tiene más empatía que ella sino porque acredita más defectos que virtudes (que se reducen a ser mujer, ser esposa de y no ser Trump). Si gana Hillary será porque la alternativa es mucho peor aún pero que
ahora mismo haya dudas en torno a la victoria demócrata da idea de la castaña de candidata que es Clinton. Por otra parte, está Trump, de quien ya hablé en otro artículo y que, por sintetizar, diré que es como Cthulhu (y coincido así con el maestro Stephen King): un horror indescriptible cuyo ascenso supone por definición una amenaza para la Humanidad, por mucho que tenga unos millares de acólitos que mojen la entrepierna al contemplar su efigie. Si gana Trump será un nuevo hito a añadir a "Momentos en que la democracia se disparó en el pie" junto a Hitler, Andreotti, Chávez y otros grandes disparates electorales, pero ya sólo el hecho de que semejante aberración tenga posibilidades es motivo más que sobrado para que EEUU pase por el diván. La madrugada del martes saldremos de dudas en España pero, ocurra lo que ocurra, nadie en EEUU debería lanzar cohetes ni descorchar champán.

Ya lo dice el refrán castellano: "Otros vendrán que bueno te harán". Y a Obama, a partir del miércoles, me parece que alguien lo va a hacer buenísimo.

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