domingo, 20 de noviembre de 2016

Ni la victoria ni el ultraje

La melancolía por el asunto de ser el último derbi en el Calderón (el 49 desde 1967) dejó en segundo plano una regla no escrita según la cual los partidos Atleti-Real nunca se podrán explicar sin tener en cuenta el arbitraje. Anoche fue el caso. Y sí, fue un mal partido del Atleti pero el 0-3 no se puede entender ignorando el hecho innegable de que el árbitro tuvo una incidencia en el partido mucho mayor que la del histérico sarasa portugués autor de los tres tantos. El Atleti noche no mereció ganar en absoluto (hizo un partido anémico y fallón) pero tampoco mereció un arbitraje tan escandalosamente desacertado, tendencioso y ultrajante. Arbitrajes como el perpetrado por David Fernández Borbalán son un auténtica falta de respeto no sólo al reglamento sino también y muy especialmente a la inteligencia y la dignidad de jugadores y aficionados. El Real Madrid, por potencial y calidad, no necesita de favores arbitrales tan indisimulados y vergonzantes pero aun así los sigue recibiendo. ¿Por qué? Uno ya ha visto suficientes partidos para asimilar que el Real Madrid siempre tendrá que ganar, con independencia de los méritos desplegados por ambos equipos y de lo que pase en el terreno de juego. Y ese carácter imperativo de la victoria madridista obedece a que cuando se juega contra este equipo lo que está en liza son intereses que poco o nada tienen que ver con lo deportivo. El fútbol español hace tiempo que funciona como excusa para blanquear un negocio de intereses creados y donde el trapicheo de favores y silencios ofrece jugosos beneficios para todos los que acepten participar de ese pastel asqueroso. Recordar esto no es victimismo; es vacunarse contra la ingenuidad. Pero, volviendo a "lo del árbitro", fue tan lamentable el espectáculo dado por Fernández Borbalán que el público pasó de corear indignado el ya clásico "¡Así gana el Madrid!" a aplaudir con guasa toda decisión que tomaba el soplapitos.

No obstante, achacar la derrota ante el Madrid al repugnante arbitraje sería un ejercicio de victimismo garrulo. La bufanda no debe cegar la sensatez porque del mismo modo que el partido no se entiende sin el arbitraje tampoco se explica sólo por el arbitraje. Quitando los rabiosos e ilusionantes primeros minutos de cada mitad, el Atleti se vio superado táctica, física y anímicamente por un Real Madrid ramplón que supo combinar de forma muy eficaz, por un lado, un planteamiento sin muchas florituras pero acertado (especialmente en el primer tiempo, desarboló al Atlético tanto en el mediocampo como en las bandas) y, por otro lado, una actitud de equipo mediocre (pérdidas de tiempo consentidas, simulación de faltas, protestas injustificadas, provocaciones impunes, etc). Negar todo eso es no haber visto el partido. Como también es innegable que hay jugadores rojiblancos que necesitan con urgencia el diván del banquillo y ceder su puesto a alguien que tenga más crédito. Señalar nombres resultaría especialmente cruel tras lo de anoche pero hay jugadores cuyo rendimiento actual es inversamente proporcional al merecido cariño que les tiene la grada y de eso se está resintiendo bastante el equipo. Esto le toca corregirlo a Simeone tanto en las alineaciones como en los entrenamientos pero perseverar en el error de sacar al campo a jugadores que no están para jugar es dar facilidades al rival. Quien sí estuvo dentro de lo esperado fue el jugador número 12 del Atlético: la hinchada, que estuvo enchufadísima antes, durante y después del encuentro. Una afición que supo ser benevolente y sensata con un equipo que se vio superado por el rival, el árbitro y su propio desacierto. Y es que la gente rojiblanca anoche demostró el salto que ha dado este equipo en los últimos años: ha cambiado la resignación por exigencia y el victimismo por un orgullo inquebrantable, como demuestran los cánticos en los últimos minutos del partido o, ya fuera del estadio, en los aledaños y andenes de metro y cercanías.

De Cristiano Ronaldo, la supuesta estrella del encuentro (y digo supuesta porque la vedette fue sin lugar a dudas el árbitro), podría decir mucho y muy probablemente pasarme por el forro su derecho al honor, a la intimidad y a la propia imagen. Lo que hizo anoche lo justificaría sobradamente pero eso implicaría comportarme como él. Por eso, me limitaré a decir que una vez más demostró por qué no puede ni debe ser un ejemplo para ninguna persona que aspire a ser decente. Su provocación a la grada a la hora de ser cambiado le deja retratado como jugador y como persona, una vez más.

En resumen: el Atleti anoche no mereció la victoria ni el ultraje. Y es que partidos así probablemente no produzcan colchoneros (del Atleti, se nace) pero muy seguramente generen un montón de antimadridistas...con todo merecimiento.

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