jueves, 24 de noviembre de 2016

Una victoria desde el diván

Tras "lo del Madrid" (ese concepto), el Atleti se había convertido en protagonista de dos polémicas contraproducentes. Una, si el Atleti debe ser la filarmónica de Viena o Metallica (y por qué). La otra, si Koke merece cadena perpetua por blasfemar contra Dios después de que Éste le bendijera con un puñetazo por la espalda. La polémica sobre la identidad futbolística está dentro de lo deportivo y por eso es aceptable; en cambio, la que atañe a la especie protegida made in Portugal se enmarca dentro de lo estrictamente soplapollesco y por tanto merece tanta atención como Leticia Sabater poniéndote ojitos. El caso es que, enredado en esas enrevesadas digresiones, el Atlético ha estado estos días más pendiente de comportarse como un preocupante y preocupado Woody Allen que de volver a ser ese carismático y cabrón Negan que había paseado su Lucille por España y Europa. Y, así, con el Atleti en el diván, llegó la Champions con un PSV bajo el brazo.

El Atleti presentó en su once titular cuatro cambios respecto al
último siniestro. Decir que los relevados quedan así "señalados" sería mentir. Decir que los relevados están su mejor momento también sería mentir. Decir que los cambios aseguraban una mejoría sería meterse en un jardín. No se trataba tanto de buscar chivos expiatorios como de encontrar soluciones.
La primera parte sólo ofreció algo interesante: comprobar cómo crecía la hierba cada vez que el portero del PSV tenía que poner el balón en juego. Por lo demás, el Atleti, pese a los cambios, siguió comportándose como un matrimonio con hijos ya casados en lugar de como esa pareja adolescente on fire que muchos echamos de menos. 
La segunda parte fue casi un remake de la primera. El casi fueron dos goles del Atleti. El casi fue Antoine Griezmann, que decidió recompensar la paciencia y el apoyo de la hinchada dando el primer gol, marcando el segundo y empleándose a fondo para  remendar el desaguisado que tiene el equipo rojiblanco en el mediocampo.

Así las cosas, lo mejor del tedioso partido fue el resultado ante un rival cuya mediocridad merecía un buen rapapolvo. Quizás por eso mismo lo peor del decepcionante encuentro fue que el Atlético únicamente despejó una duda: lo que le pasa no es cuestión de nombres (las novedades no aportaron mejoras sustanciales) ni de sistema (el regreso al doble pivote primigenio no arregló el circo que hay montado en la medular) ni de estilo (no está fino ni jugando al toque ni al contragolpe) ni de forma física (los que están más frescos no muestran mejores prestaciones que los más cargados de minutos); es esencialmente una cuestión mental. Dicho de otro modo: faltan dos cosas fundamentales como son la actitud y la claridad de ideas. Por qué lo que antes era un tanque de pirañas encabronadas es ahora un vistoso acuario relajante es un misterio que yo no sé explicar.

En definitiva: la fría noche en Madrid concluyó como había empezado: con el Atleti en el diván. No queda otra que seguir creyendo

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