domingo, 5 de febrero de 2017

El redebut de Fernando Torres

Sin virtuosismo pero con oficio, el Atleti metió otros tres puntos en el petate de su rehabilitación liguera. Ni la desagradable meteorología ni el voluntarioso rival ni el irregular juego de los locales convirtieron la velada en un paseo por Disneylandia pero sí en una tarde tan sobresaltada como un espectáculo de tai-chi en la que lo más incómodo fue esa lluvia intermitente que regó al Calderón como si fuera un invernadero.

Teniendo eso en cuenta, lo mejor del partido fue el doblete de Fernando Torres, quien últimamente está especialmente empeñado en ahuyentar los buitres que lo sobrevolaban. Decir que vive una segunda juventud sólo se sostiene con alcohol en sangre, pero no menos cierto es que Torres lleva unos partidos en modo "ave fénix" gracias a cumplir con dos reglas de 1º de Cholismo: nunca dejar de creer y jugar cada partido como si fuera el último. Es evidente que su corazón y su cabeza ya van más rápido que sus piernas pero sigue teniendo lo necesario para pintar la cara tanto a porteros rivales como a detractores oportunistas. Este Torres está dentro de la misma categoría de "veterano letal" en la que clasificaríamos a Will Munny, John McClane, Rambo o un T-800. Por eso, Torres, el enterrado, el acabado, el jubilado, el caducado, el pensionista, el inválido, volvió a jugar anoche un partido homenaje aunque bien distinto al que pretenden algunos: homenajeó a su indudable profesionalidad e innegable amor al Atleti, engrandeciendo de paso su leyenda y su carisma entre compañeros e hinchada. Ayer, como en el partido copero, volvió a ser El Cid Campeador rojiblanco que todos desean (él el primero) resultando mucho más decisivo que otros jugadores que le superan en lozanía, sueldo y/o estima mediática. Y eso es algo que la grada valora hasta rozar la idolatría: anoche todo el Calderón se rompió las manos a aplaudir al Niño en su redebut ante el Leganés y ansiaba con celebrar un hat-trick de quien está jugando con el mismo compromiso, humildad e intensidad que demostró antes de ser leyenda viva del Atleti y del fútbol español. Al final, dos goles y un estadio rendido a su héroe.

Ignoro si este resurgir de Torres obedece a un plan suyo para llegar con fuerzas al tramo decisivo de la temporada o a la voluntad de ofrecer argumentos objetivos para prolongar un año más su matrimonio con el Atleti o a la necesidad de reivindicarse después de unas apariciones que no invitaban precisamente a la ilusión o es un esplendoroso canto del cisne o se trata de una providencial racha con fecha de caducidad. Sea por lo que sea, Torres es ahora mismo lo mejor que tiene el Atleti para seguir soñando. Ha aparecido cuando más falta hacía alguien capaz de meter goles al pesimismo. No obstante, el ya-no-tan-Niño no fue lo único bueno del equipo rojiblanco: Godín estuvo en modo "tonterías, las justas", Filipe volvió a apropiarse de su banda, Juanfran siguió derrochando oficio como lateral y volante, Moyá aprobó nuevamente el examen e incluso Gabi se pareció más al del segundo tiempo contra el Barça que al espanto del resto de la temporada. 

De lo malo (que lo hubo) no hablo por elegancia y porque todo el mundo tiene ojos. Baste decir que hay jugadores que deben mirarse en el espejo de ídolos vintage como Torres, Juanfran o Filipe Luis para descubrir qué significa e implica jugar en este equipo.

Así las cosas, el Atleti está volviendo a ser el Atleti. Aún es pronto para afirmar que "el Atleti ha vuelto" pero ya queda cada vez menos y cuando vuelva, muy seguramente, Torres estará allí.

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